Calderón y la alegoría del Theatrum mundi: La carne del corpus o la suspensión de la soberanía

Javier Pavez Muñoz

Resumen


El idealismo moderno de la estética plantea una distinción entre símbolo y alegoría. A partir de esta distinción, Schelling y Hegel caracterizan la alegoría como un suplementario o un mecanismo degradado de representación. Consecuentemente, sus lecturas de Calderón de la Barca están informadas por la preminencia del símbolo y el supuesto de la idealidad del significado, es decir, su univocidad y transparencia frente al carácter secundario de la encarnación o inscripción alegórica. De este modo, afirmar que en el símbolo no hay diferencia entre el símbolo y lo simbolizado no es sino una apuesta que subsume la materialidad en lo absoluto y conjura la inscripción. Dicho de otro modo, al rechazar la figuración alegórica porque el sentido estaría escindido y mal representado, se oculta la pregunta acerca de las condiciones materiales que complican cualquier clasificación fija. En este registro, y a partir de Walter Benjamin, se propone que el procedimiento barroco en Calderón pone en cuestión este supuesto de la anterioridad del sentido. Calderón, entonces, temática y performativamente, levanta y entabla la pregunta por las condiciones materiales de la producción del sentido, y con ello pone en escena que el sentido no puede permanecer simplemente intocado. La teatralidad, pues, consiste en hacer aparecer esta relación contaminante. El Gran teatro del tundo de Calderón aparece, así, como una radical crítica del idealismo trascendental: instala la pregunta por la teatralidad que desajusta la posición (thesis) de la idealidad, desmonta el ordenamiento a partir del cual se afirmaba la idealidad en desmedro de la singularidad empírica de la encarnación alegórica, al mismo tiempo que desestabiliza las condiciones de la soberanía.

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DOI: http://dx.doi.org/10.5281/zenodo.4436504

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